miércoles, 29 de febrero de 2012

Cine y vino


Una vez don Silvio Caiozzi, destacado director de cine chileno, dijo que el mundo del vino compartía la pasión y creatividad con el mundo del cine, lo que hizo que se aventurara en esa gran serie que fue “Descorchando Chile” (www.descorchandochile.cl), en la que nos deja muy claro que aquellos vínculos son muy reales.

Desde entonces, de vez en cuando y de cuando en vez, me da vueltas esa idea en la cabeza.  Pero hace un par de días hizo un giro inesperado.  Como saben, se realizó la entrega de los premios Oscar (http://oscar.go.com/nominees) y su resultado señala, a mi modo de ver, además de la unión del ímpetu y el invento entre los dos mundos, una suerte de tendencia similar en ambos.

La película ganadora, “The Artist”, obtuvo 5 de las 10 nominaciones al Oscar a las que aspiraba, incluyendo 3 de las 4 más importantes como son mejor película, mejor actor principal y mejor dirección.  No se necesita ser un experto en cine para asentir que constituye un ejemplo de audacia de su escritor y director Michael Hazanavicius al reflotar un formato extinto a la hora de transmitir su mensaje al público: cine mudo y en blanco y negro.  Queda claro que una buena historia, buenos actores y un buen director juntos pueden prescindir de efectos especiales, color, hasta diálogos.  Aún así, poder encantar al que está en la butaca.

Por su parte, en el vino también tenemos esta trilogía, un buen lugar, una buena uva y un enólogo inspirado puede prescindir de los efectos especiales dados por los adelantos tecnológicos de nuestro tiempo, y así volver a lo simple, a lo que supuestamente la tierra junto a la planta nos tiene preparado.  En alguna medida volver a los orígenes, aquéllos de gente sabia que fue capaz de obtener las variedades de las que hoy nos jactamos con no más tecnología que un tonelero, la broncería, las manos y los pies.  Es justamente la tendencia entre varios: hacer vinos dejando que la tierra de la pauta.

Es interesante ver cómo los seres humanos premiamos la simpleza en este tiempo de información instantánea y global, con gadgets que nos ayudan pero que no entendemos, con una, a ratos asfixiante, conexión al mundo que nos impide mirar hacia el propio.  Quizá ahí está el éxito de “The Artist”, con herramientas centenarias la realización de un oasis que nos aterriza en nuestra esencia mientras transcurre la vorágine actual.  

Después de comprender que esta unión de caminos nos hace bien no puedo menos que esperar a tener una copa de vino para verla.

Saludos

miércoles, 8 de febrero de 2012

¿Para quién hacer vinos? II

Ahora bien, hay un tema en el que no coincido con el público que se bebe los vinos en el mundo.  Y creo que es el único tema en el que no le doy en el gusto: la exageración con la madera.  La gran mayoría cree que encontrar algo notorio e identificable en el vino, en este caso un aroma que recuerde a madera en alguna de sus variables, es sinónimo automático de que a) el vino es bueno, y b) es de su gusto.  Es posible además que crean que han avanzado ya bastante en la apreciación de vinos cada vez que logran determinar uno o dos descriptores en un determinado vino.  Esto lo he visto entre los públicos más diversos y en muchos lugares en el mundo.  La verdad, es un poco frustrante porque sepan ustedes que hay pocas cosas menos desafiantes que hacer un vino que huela a madera (aunque algunos, digámoslo, comercialmente pueden, y han sido, exitosos).

Viendo el lado positivo, creo que muchos de los que aprecian el palo en una copa de vino son un público en transición hacia un conjunto de degustadores más exigentes que logran pasar el umbral que los lleva a aburrirse con el olor del roble.  Algunos lo consiguen, otros se quedan para siempre, pero creo que es un grupo que no para de crecer.

Por otra parte, hacer vinos sin madera no creo que sea la respuesta.  La cuestión es otra, la cuestión es el balance, el equilibrio, la armonía con fineza.  Ahí sí hay desafíos!, y no sólo en lo que a madera se refiere.  Pero esos son temas para otras entradas.

Salud! y saludos

lunes, 6 de febrero de 2012

¿Para quién hacer vinos? I

Al momento de definir el estilo de los vinos que debo hacer una disyuntiva aparece, ¿hacer los vinos que a mí me gustan o hacer los vinos que debieran gustarle a nuestros clientes? 
Vamos viendo, con lo que bebo cotidianamente en mi casa, de aquí a mis últimos días y siendo muy optimista, unos 3 mil litros de vino serían más que suficientes.  Dado que podría hacer mi propio vino, si lo quisiera renovar cada 5 años debería hacer una barrica cada vez (225 L).  Pero eso sería un cálculo muy mezquino pues en el período seguro haré de anfitrión varias veces así que la cuota hogareña tendría que aumentar.  Mas, por otra parte, si tomara siempre el mismo vino lo más probable es que rápidamente me aburra por lo que la estimación de lo que mermarían los invitados se compensa con los otros vinos que probaría y, conociéndome, la tendencia sería a que me sobre del mío.  En consecuencia, a nivel de empresa parece de poco sentido hacer un vino a mi gusto y pretender que también lo sea de un suficiente número de personas en el mundo para vaciar los inventarios anualmente.
Más allá de la anécdota, me pregunto: ¿quién se bebe las poco más de 4 millones de botellas que hacemos en Anakena?, y eso que somos una viña de tamaño medio para el contexto chileno.  No queda más que adivinar que son disfrutadas (supongo) simplemente por un público mundial, gente de todas partes que nunca conoceremos, como quien dice, una "muestra" de personas que estimamos se comporta como la masa, ...más allá del público objetivo que, a través del empaque, los amigos de marketing se empeñan en conquistar.  Ah, y que de vino sabe poco, de hecho, para ellos el vino no es más que un accesorio.  ¿Tendremos que hacer vinos para ellos entonces?, ¿para un ciudadano representativo del mundo, con un determinado "income", gustos, aficiones y con casi dos celulares cada uno?.
A mayor abundamiento y para darle un poco más de importancia a esta labor de enólogo, puedo añadir que es un tanto pavoroso constatar en los "focus groups" (los mismos que Steve Jobs nunca hizo) que un mismo vino es considerado intomable por algunos y como el mejor por otros.  Más aún, eso ocurre con un panel considerado "experto"!.  Al respecto, es curioso lo que ocurre en los concursos internacionales cuando un comprador inglés (supermercado, o tienda) participa con una "etiqueta privada" mientras la viña productora hace lo mismo con idéntico caldo pero distinta presentación.  Lo normal, dadas las características de estos eventos, es que uno se destaque bastante por encima del otro.
Sin embargo, esta suerte de blanco móvil que es el público tiene una forma de ser abordado, recurrir al arsenal completo.  Es decir, una batería cabal de opciones que logre satisfacer a todas las preferencias.  Aquí es donde entran variedades y precios.  En parte, es una respuesta propia del nuevo mundo como alternativa al modelo de las madres patrias, que hasta hoy ofrecen en general sólo un par de vinos por bodega.
Pero más allá de la cantidad de opciones que podemos ofrecer a aquel consumidor del mundo creo que usando el sentido común podemos anticipar ciertos gustos que casi son transversales entre culturas y grupos etarios.
Primero, creo que quien abre una botella de vino en cualquier parte del mundo lo hace para pasar un mejor rato: tener una mejor experiencia culinaria aunque sea un almuerzo cotidiano; celebrar algo; sentirse mejor por atribuirle al vino bondades para la salud; ensalzar una buena compañía, en fin, cualquiera de las razones es más importante que el vino.  De manera tal que nuestro brebaje debiera ser capaz de complementar y estimular sentimientos positivos en las personas.
Siguiendo lo anterior, el vino debe tener una buena presentación, o sea un lindo y brillante color más un aroma que se perciba con facilidad.  Lógicamente cada variedad/lugar sorprende con sus notas típicas y podrán ser evaluadas en su mérito, no obstante, para lo que al público concierne se necesita un buen caudal aromático para que éste comience a considerar la adopción del vino en el futuro.
Tercero, el vino debe ser fácil de tomar.  Esto que suena a perogrullada, no es tan trivial cuando se enfrenta uno al terrícola de la muestra.  La boca del vino debe permitir que la gente lo trague fácil.  Ellos no tienen por qué entender al vino, no lo tienen que interpretar, no tienen que sacar conclusiones, simplemente quieren pasar un buen rato! y el vino tiene que ayudar a eso.  Nuevamente las variedades/lugares tendrán sus funciones pero siempre a partir de algo básicamente suave y redondo.
No me olvido de que si el vino es abierto fuera de nuestras bodegas se debe a que un comprador se convenció antes que nuestro escurridizo público.  Asumiendo que queremos vender cantidades acordes con la inversión que está comprometida, claro está, el vino debe ser pensado también para él o ella.  Para los compradores, así como para los críticos, quienes están preparados para interpretar los gustos de su propio público, el vino debe tener capas aromáticas y sabores más profundos, sólo visibles a sus sentidos.  Ahí se despliegan las virtudes de nuestros terruños, variedades y nuestra propia huella en la vida del vino que se muestra en cada copa.  Es ahí donde sí podemos explicar desde nuestra perspectiva, de qué se trata el vino, lo que recorrió, por donde va, y hacia dónde se dirige.
En buenas cuentas, satisfacer a las millones de personas que se beben nuestro vino al mismo tiempo que lo hacemos con nosotros, parece posible.  Por un lado, cosas básicas: aroma y sabores fácilmente perceptibles, y por otro, un trasfondo armónico que venga del lugar, las uvas, la guarda, la mezcla, visibles al ojo lúcido y diestro.  Es fácil ponerlo por escrito, además, está lejos de ser lo único necesario para lograr colocar las botellas que quisiéramos, pero creo que es una estrategia que puede servir.  Al menos eso hacemos aquí en Anakena.

viernes, 3 de febrero de 2012

Los de antaño

En el mundo de la agricultura, especialmente en la hortofruticultura, constantemente vemos cómo se crean nuevas variedades de todo tipo de frutas y verduras.  Hace no mucho, una manzana roja tenía que ser lo más roja posible para acceder a comercializarse, en cambio, hoy disponemos de toda una gama de colores, sabores y texturas que vienen de un desarrollo de variedades muy activo a nivel de centros de investigación y la industria.
¿Qué pasa con el vino?, no necesitamos comparar muchas cifras para darnos cuenta que las 5 variedades más importantes en el mundo hace 20 ó 30 años siguen siendo las mismas de hoy, y me atrevo a ir más lejos, el Cabernet Sauvignon y el Merlot han sido las cepas que han reinado por muchas décadas.
¿Como se explica esta suerte de conservadurismo exacerbado en la vitivinicultura mientras nos deleitamos con un sin fin de nuevos sabores en el resto de los productos del campo?.
La respuesta sin duda que es muy compleja.  No me haré cargo del halo de tradición que rodea al mundo del vino y su efecto en la velocidad de los cambios.  Tampoco de las influencias de zonas tradicionales, para bien o para mal, en encauzar la historia hasta lo que tenemos hoy (gran tema para otra entrada).  Más bien me iré por un lado más técnico y lógico.
Si no hemos conocido nuevas variedades más exitosas que el Cabernet Sauvignon, o el Syrah, o el Chardonnay, o el Pinot Noir, por nombrar algunas, tiendo a pensar que se debe a lo suficientemente buenas que son en lo suyo.  Tan buenas que ni con los avances tecnológicos actuales se han podido desarrollar nuevas cepas que las superen.  Claro, algunos podrán destacar los esfuerzos hechos en Alemania para crear variedades adaptadas a sus condiciones como la Dornfelder y otras (la Müller Thurgau se creó ya hace un siglo).  Sin duda, pero ella representa en la propia Alemania sólo en torno aun 7% de la superficie.  O de los desarrollos en el sur de Francia, por ejemplo con el Marselán, variedad muy superior, según ellos, al vastamente plantado Grenache en esa región, aunque con el único defecto de acumular mucha azúcar en su maduración, lo que conlleva a altos grados alcohólicos en los vinos.  Cosa poco popular por estos días.  Es decir, variedades que realmente gocen de éxito y que hayan sido creadas hace menos de 50 años no existen.  -Un comentario al margen.  Quien crea que desarrollar una nueva variedad implica manipulación genética o incluso que se trataría de GMOs, le puedo decir que eso sería un error y que debe documentarse un poco más en el tema.-
Entonces, a partir del hecho que hoy tomamos vino de variedades que tienen en torno a dos siglos de historia, la única conclusión posible es que sus creadores, que bien pudo haber sido una generación de gente, fueron personas extremadamente hábiles.  Su trabajo fue sobradamente meticuloso y no podemos menos que admirarnos de su legado a la luz del abismo tecnológico que nos separa.
Por tanto, creo que aún es posible aprender mucho de esos tiempos, tanto la información que podemos leer de los de antaño, aquélla que dejaron en tratados y libros que no obstante lo técnico están escritos con una prosa envidiable, como del propio compás de vida que llevaban.  Ese que les permitió observar; ése que les dio la necesaria paciencia; ese tiempo ausente de tasas internas de retorno o valores actuales presentes ni mucho menos "pay backs".  Hay que volver a visitarlos.  Mucha información valiosa existe allí en los libros viejos e internet es una poderosa herramienta que nos ahorra el tedio de visitar una biblioteca. 
No deja de ser curioso que si hoy un físico lee a Newton, quizá recuerde con una sonrisa su primer año de univerdad, mientras que si nosotros leemos un libro de vinos de más de 150 años quizá encontremos la próxima innovación que podemos aplicar en nuestra forma de hacer vinos y jactarnos de estar en la "vanguardia".
Salud y saludos

Fundación

Aquí vamos, espero que el impulso me acompañe un buen tiempo escribiendo.  La verdad, me da por etapas.  A veces hasta imagino digitando letras en un teclado a partir de una inentendible necesidad de plasmar una pila de cosas que se me ocurren.  Quizás porque después hasta las olvido!, y luego pasan semanas de mente en blanco en lagunas aburridas y llenas del trabajo cotidiano.  Ultimamente lo noté en los fantásticos meses en que afinamos el presupuesto del año, en fin, veremos.
Para comenzar tengo que recurrir a mis disursos estables, supongo.  Aquéllo que digo ya de memoria en cada ocasión que tengo, una suerte de declaración de principios enológicos, de los cuales creo atesorar un buen stock.  Los iré presentando en las próximas entradas para pasar posteriormente a cuestiones más al día que seguramente irán instalando nuevos principios o reemplazando los obsoletos.  Y digo esto pues creo que una de las cosas entretenidas de esta labor es el continuo dinamismo que tiene.  Lo que hacíamos hace 10 años no es lo mismo que lo de hace 5, que a su vez no es lo mismo que hoy...aunque extrañamente, lo de hoy tiende a parecerse bastante a lo que hacían colegas hace mucho, mucho, tiempo.  Esto me da el pase al tema de la siguiente entrada.

Saludos y bienvenidos