sábado, 24 de marzo de 2012

Leyda es Leyda


Ese mar que tranquilo nos baña parece tener más influencia que la que normalmente le atribuimos, ya que si bien esta temporada pasará a la historia como una de las más calurosas de los últimos años (está por verse la comparación con la 2009), en Leyda hemos tenido unas temperaturas que si bien son más elevadas que otros años, están muy por debajo de otros valles.  La sumatoria de Grados Día (GD, básicamente la suma de la T° media diaria menos 10°C lo cual es una cuantificación de los grados celcius que han estado presentes para el desarrollo de las plantas) apenas sobrepasará los 1.000 GD, para las cepas cosechadas en marzo,  cosa que sucede con normalidad en zonas de la Región de los Ríos, casi 800 km al sur. 

Como comparación, Marlborough, el área más prestigiosa para Sauvignon blanc en Nueva Zelanda acumula unos 1.200 GD en un año normal, sólo 100 GD menos que en el valle del Loira en Francia, otro lugar famoso por vinos de esta cepa.  Nuestro valle de Casablanca se ubicará este año dentro de ese mismo rango.  Como contraparte, una zona cálida como Palmilla en Colchagua bordeará los 1.800 GD.

Así, nuestro frío mar nos brinda un gran dique térmico que por un lado nos permite escapar de heladas primaverales y por otro hace que un año cálido en los valles interiores no lo sea tanto en un lugar como Leyda, permitiéndonos así obtener nuestros vinos de gran calidad y por la misma razón ya muy reconocibles.
Saludos

miércoles, 7 de marzo de 2012

Vino y modelos matemáticos


En la universidad nos enseñaron que con las fórmulas matemáticas correctas y los datos necesarios éramos capaces de predecir el comportamiento de un cultivo específico.  Así, en una determinada latitud, fechas, unos nutrientes conocidos en el suelo, suficiente agua, más otros datos climáticos como horas de sol, temperatura y otros, y sin duda información fisiológica de la propia planta de que se trate, podemos estimar con bastante certeza cuál será el resultado de casi cualquier vegetal.  Diría que es una de las partes ingenieriles de la agronomía: entender las plantas a través de los números, o “modelos”.

En la viticultura también se echa mano a los números, y no pocas veces.  Por ejemplo, cada año se retira del campo una fruta que tiene entre 5 y 10 gramos por kilo de nitrógeno (el principal nutriente de las plantas).  El viticultor sabe que tarde o temprano debe reponer esa cantidad pues el suelo tiene una capacidad limitada de hacerlo (también calculable), especialmente en el largo plazo.

Lo que me llama la atención es que los modelos no aplican en el vino.  Y no es que no me guste la ingeniería pero, por más que intentemos poner números, tanto en el viñedo como una vez dentro de la bodega, no hay modelos, que yo sepa, que logren predecir lo que será un vino.  Podemos tener una buena aproximación, pero nada decidor.  Más aún, en la bodega es frecuente encontrar dos vinos que logran un nivel superior sólo después de ser mezclados entre sí.  Puesto de otra forma, la mezcla de dos vinos con nota 6 (de 7) puede alcanzar nota 6,5 ó más, mientras, la matemática diría que la mezcla debiera seguir teniendo nota 6.   

Bueno, para ser justos, el día que tengamos un modelo matemático para el vino lo tendremos antes para el ser humano, ¿no?, al final, se trata de lo impredecible que somos con nuestros sentidos.  En buena hora para nosotros los enólogos pues pasará un buen tiempo hasta que una máquina nos reemplace!
Saludos